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Los dibujos de Leonardo
2/10/2022
Luca Pacioli (1445 – 1517) fue un fraile franciscano italiano que sabía muchas matemáticas. El duque de Milán, Ludovico Sforza, le invitó a enseñar la ciencia de los números en su corte y allí se hizo amigo de Leonardo da Vinci (1452 ‒ 1519), quien a su vez trabajaba como pintor e ingeniero para el aristócrata milanés. Por una carta de Pacioli conocemos que Leonardo dejó acabado un tratado de «pintura y humanos movimientos» (1). Fue una obra de juventud en la que reflejó sus investigaciones en torno a aquellos conocimientos que un pintor necesita para representar la naturaleza. Pero este libro, desgraciadamente, no ha llegado hasta nosotros, destruido por los avatares del tiempo o quizá por el mismo genio inconformista de su autor.
El día de su muerte, sin embargo, Leonardo da Vinci legó a su fiel discípulo, Francesco Melzi, el conjunto de todos sus escritos y dibujos: un material ingente de cuadernos donde el pintor había intentado sistematizar la ciencia de la pintura (a la que él quiso elevar al rango de las artes liberales) en una redacción definitiva. Este material había quedado sin ordenar, y constituía un complejo volumen de manuscritos. Melzi los conservó cuidadosamente, pero después de él los pliegos acabaron dispersándose en manos de sus herederos.
En EPV 4º hemos comentado la belleza de los dibujos leonardescos a propósito del cuaderno de artista que vamos a utilizar en este curso. Los intereses de Leonardo fueron muy variados, pues su espíritu inquieto pretendía un saber universal. Investigó sobre óptica, perspectiva, física, antropometría, anatomía… interrogando a la naturaleza a través de un método empírico (es decir, un modo de proceder basado en la práctica y en los datos que los sentidos proporcionan al pintor). «Sin experiencia —leemos en sus notas― no puede producirse ninguna certeza».
Miremos, por ejemplo, sus dibujos anatómicos. Leonardo conocía las teorías médicas medievales (las cuales atendían antes a la doctrina de Galeno, médico de la Roma antigua, que a la observación directa de los cuerpos o las patologías). Mas sus estudios concedieron primordial importancia a todo aquello que fue descubriendo en la disección de los cadáveres. De manera que sus notas, diagramas y representaciones podrían considerarse verdaderos informes quirúrgicos. Y a pesar de este indiscutible valor que acerca a Leonardo a la ciencia moderna, sus manuscritos revelan, ante todo, la mano y la mente de un gran artista. Han sobrevivido al tiempo porque son obras de arte.
Los dibujos de Leonardo da Vinci aparecen ante nosotros, mis queridos alumnos de 4º de la ESO, como aquello a lo que aspira nuestro cuaderno de artista. Todos los contenidos que estamos aprendiendo deberían ser reflejados en su interior. Ya hemos hablado en clase de las características de este recurso. Recordad que no ha de ser un cuaderno cualquiera… Sus páginas son el soporte donde anotar, apuntar y registrar la información que vaya aconteciendo. Cuantas cosas pasen delante de vuestros ojos dignas de ser representadas (a propósito o no de la asignatura) han de ser rápidamente esbozadas. Otras podrán elaborarse con más detenimiento. Y cuando las páginas se vayan completando y el cuaderno llegue a su fin, el resultado debería ser apreciado de la misma manera que los manuscritos de Leonardo: su contenido es interesante, hay verdad en lo que expresa, pero ante todo: ¡qué belleza poseen los dibujos!
He seleccionado, para terminar, dos cuadernos que ya están haciéndose y que siguen un buen rumbo. Vemos primero un personaje manga a toda página en el cuaderno de Miriam. Bueno, poco tiene que ver con los apartados que estamos tratando en clase, pero lo importante es esto: que los dibujos os salgan por los poros de la piel, en cualquier momento y con cualquier pretexto. Después aparece un hermoso dibujo a línea roja de Carolina. Es un ala de criatura fantástica (la fantasía también puede ser sometida a análisis). Y fijaos: está trazado con tinta de bolígrafo, no ha sido esbozado previamente a lápiz, con una soltura, una facilidad y una precisión pasmosas. Hay además, en este dibujo, una poesía muy difícil de explicar.
Y termino con un ejemplo más. No pertenece a 4º de la ESO, sino a la EPV de 2º. Forma parte de la libreta personal de Eva, y responde a la perfección al concepto de cuaderno que siempre debe acompañar al dibujante y, por tanto, a cualquier alumno de esta asignatura. Está realizado con acuarela. Posee también un lirismo extraordinario.
Un último consejo de nuestro maestro, el inmortal Leonardo da Vinci, sacado de su Tratado: «Para subir a lo alto de un edificio, tendrás que hacerlo de escalón en escalón, pues de otro modo será imposible conseguirlo. De la misma manera es preciso caminar en el arte de la Pintura. Si quieres tener una noticia exacta de las formas de todas las cosas, empezarás por cada una de las partes de que se componen, sin pasar a la segunda hasta haber retenido con firmeza, en la memoria y en la práctica, la primera.» (2)
(1) Leonardo da Vinci: Tratado de Pintura. Edición de Ángel González García. Akal, 1986, página 19.
(2) Leonardo da Vinci: Tratado de Pintura. Versión de Diego A. Rejón de Silva. Colegio de Aparejadores de Murcia, 1986. Pág. 4 del facsímil.