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El inefable octógono


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Muchas veces os he confesado mi amor por este polígono regular, tanto en su tipo convexo como en las dos variaciones de cóncavo estrellado.

—Don César está majareta —decís alguna vez—. Se enamora de los polígonos, ha perdido la cabeza…

Y yo os respondo siempre que este comportamiento es propio de los dibujantes: sentir afecto por determinadas figuras. Un amor que se origina, primeramente, en el poder de estos polígonos, equiláteros y equiángulos, primos mayores del cuadrado, no tan simples como él, un poco más complejos, sin llegar todavía a la estructura abrumadora de los polígonos de 16 lados. Más allá de este número, los habitantes regulares del plano se tornan difíciles a nuestra percepción, pues la abundancia de lados acerca su perímetro a la línea de una circunferencia (sobre todo si son convexos).

La segunda razón de mi predilección por los octógonos radica en el hecho de haber sido un motivo ornamental frecuente en el arte mudéjar, un estilo artístico que abunda sobremanera en mi tierra toledana. El mudéjar surgió durante los siglos de la reconquista, y supuso una síntesis entre el arte cristiano (románico y gótico) y las fórmulas islámicas que conservaron los artesanos y constructores moriscos acogidos en los reinos de Castilla y Aragón. Los muros de ladrillo y las techumbres de madera desarrollaron la estructura octogonal con suma maestría. Aquí tenéis un ejemplo de carpintería para el techo de una cámara principal (esta labor se llama artesonado):

Los tres cursos de EPV 2º han realizado los octógonos ornamentales de la actividad nº 4 del tema 2 con un alto nivel. Os presento unos pocos entre aquellos que han alcanzado el sobresaliente. Esta actividad sirve de repaso en el análisis de estos polígonos (ya estudiados en 1º), a la vez que os pone al día en el uso de la escuadra y cartabón para el dominio de rectas paralelas. Pues la mayor dificultad de estos diseños se encuentra en el trazado de los marcos, dentro de las figuras que descomponen el área octogonal convexa.

Los trabajos de Eva, María y Santiago destacan por su rigurosa construcción, su espléndido trazado y su coloreado exquisito.

 
 

Leonor y Ana añaden, sin embargo, algunas novedades en la forma que sorprenden al espectador, superando la pauta propuesta por los modelos de la ficha. Estas obras demuestran que la originalidad en el arte no consiste en una rebeldía injustificada, ni en pasajeras veleidades¹ o sonoras excentricidades. El dibujante original es aquel capaz de aportar soluciones propias a los problemas comunes.

 
 

Cuando vayáis a Burgos, entrad en su catedral. No hay mudéjar en este templo, porque su construcción se realizó en el estilo gótico internacional de los siglos XIII y XIV (si bien el edificio fue rematado en el XVI). Una vez dentro, colocaos en el crucero, debajo de la torre central. Allí podréis contemplar la techumbre que os muestra la última fotografía. ¿Descubrís el gran octógono estrellado de lado continuo? Es el mismo que vosotros acabáis de dibujar en el papel. Con una diferencia: ¡está labrado en piedra a cincuenta metros del suelo!


¹ Una veleidad es un capricho. Las personas veleidosas son mudables e inconstantes.